viernes, 23 de noviembre de 2012

CRISIS CONVULSIVAS Y ENCARNIZAMIENTO TERAPEÚTICO

Haciendo balance de esta semana en la Observación, he llegado a la conclusión de que la patología más frecuente han sido las CRISIS CONVULSIVAS. Son contracciones musculares que se suceden como consecuencia de descargas eléctricas anormales en las neuronas cerebrales. Pueden ser parciales (afectando solo a una parte del cerebro) o generalizadas (afectación cerebral total), dando lugar a la contracción repentina, violenta, involuntaria y a veces dolorosa de un músculo o de uno o varios grupos musculares. Además, las crisis pueden ser sintomáticas o desencadenadas por un estimulo transitorio que afecte la actividad cerebral (hipertermia, hipoglucemia severa, daño traumático, hemorragias del SNC, infecciones del SNC, efectos de drogas o fármacos o la retirada brusca de los mismos, etc.) o idiopáticas sin relación temporal con un estimulo conocido (epilepsias).

Ante una convulsión hay que actuar rápidamente debido al aumento de la demanda cerebral de oxígeno que supone y al elevado riesgo de lesión que la actividad mecánica puede provocar en el paciente. Es importante frenar la actividad convulsiva cuanto antes, ya que estados convulsivos prolongados pueden provocar hipoxia, shock cardiovascular y parada respiratoria.
Cuando se dan crisis debemos saber identificar que se trata de una crisis convulsiva, permanecer con el paciente en todo momento, observar el tipo de convulsión, el tiempo de duración y sus características (movimientos oculares, automatismos…), valorar estado de conciencia o alteración hemodinámica ,  garantizar la permeabilidad de la vía aérea (por eso tenemos siempre una cánula de Guedel pegada a la cama), administrarle oxígeno y controlar la saturación, no intentar sujetar al paciente (aunque si proteger para evitar lesiones), intentar colocarle en decúbito lateral para evitar la CP: Broncoaspiración y administrar medicación según prescripción médica. Siempre tenemos en la cama 1 ampolla de Diacepam (10mg/2ml) diluida en 8ml de SSF, de este modo, 1 mg corresponde a 1 ml y es más fácil el manejo de la dosis.

Concretamente, me ha llamado la atención el caso de una paciente de 90 años que ingresó por encontrarse en estatus epiléptico debido a una transgresión del tratamiento habitual por parte de su hija y además, por una anemia severa. Como antecedentes presentaba artrosis generalizada, deterioro cognitivo, hipertensión, cardiopatía hipertensiva y enfermedad renal crónica en estadio 3. Pasó 48 horas en la observación. El primer día, se la realizaron pruebas y analíticas, se transfundieron 2 concentrados de hematíes, se la puso como tratamiento ácido valproico, fenitoína y diacepam, pero aún así, las crisis no remitían y cada 15-20 minutos tenía una. Cuando era menor a un minuto, no administraban Diacepam pero cuando sobrepasaba el minuto, se lo administraban. Pasó la noche y la mañana siguiente en coma, con oxígeno al 35%, con  las crisis que no remitían y con 4 o 5 medicaciones pasando continuamente pero sin hacer ningún efecto. Cuando llegó la médico, mi enfermera le comunicó la situación de la paciente. No había ninguna mejoría, de hecho, estaba empeorando a pasos agigantados. Entonces, la médico mandó suspender todos los tratamientos y dejar un suero fisiológico de mantenimiento, pidió una habitación en la planta e informó a la familia de la gravedad de la situación: no le quedaba mucho tiempo de vida.

Con esta situación, me pregunto…¿De qué sirve prolongar un sufrimiento cuando ya no hay posibilidades ciertas de sanar a la persona? ¿Qué sentido tiene prolongar artificialmente una vida cuando ya no hay esperanzas de vida? ¿Cuándo pasamos de un cuidado curativo a uno paliativo? ¿Dónde está el límite? ¿Qué podemos hacer como enfermeras para frenar el encarnizamiento terapéutico?

Cuando se dan estas situaciones, los profesionales tenemos que dar respuesta, no nos sentimos cómodos y nos cuesta trabajo afrontar esta realidad. La muerte y la presencia del dolor y el sufrimiento en la vida del hombre es considerado como un "fracaso de la ciencia" contra la que hay que "luchar" obviando que la misma es la evolución del proceso biológico natural e inevitable del ser humano. Pero lo que debería caracterizar a un buen profesional sería que en todo momento, supiera armonizar dos conductas: cuándo debe poner todo el arsenal terapéutico y tecnología del que dispone al servicio del paciente, para sacarlo hacia adelante y restituirle la salud y cuándo debe decir ¡basta!, cuando la aplicación terapéutica fuese a generar formas indignas de muerte y a vulnerar derechos fundamentales del paciente. El encarnizamiento terapéutico no tiene sentido y no debería entrar en el horizonte de nuestros objetivos.

Como enfermeras, no tutelamos la información del diagnóstico, pronóstico o cancelamos tratamientos farmacológicos, pero formamos parte de los equipos asistenciales, somos pieza clave en ellos y, como tal, debemos ejercer también en este tema nuestra autonomía como profesionales. Hay que ayudar, impulsar e incluso denunciar aquellas acciones que no vayan a favor del paciente (porque es el auténtico protagonista de su enfermedad) y sus preguntas. Hay que conocer las leyes, su ámbito de actuación y sus repercusiones en la práctica cotidiana. Hay que tomar decisiones en función de unos principios y éstos deben ser los adecuados.

BIBLIOGRAFÍA
Protocolo “Cuidados de Enfermería en Crisis Convulsivas”. Hospital General Universitario Gregorio Marañón. Entrada en vigor: 01-05-2006. Disponible en:
http://www.madrid.org/cs/Satellite?blobcol=urldata&blobheader=application%2Fpdf&blobheadername1=Content-disposition&blobheadername2=cadena&blobheadervalue1=filename%3DCuidados+de+enfermer%C3%ADa+en+crisis+convulsivas.pdf&blobheadervalue2=language%3Des%26site%3DHospitalGregorioMaranon&blobkey=id&blobtable=MungoBlobs&blobwhere=1271685144717&ssbinary=true

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